Como consumidores que somos, ya sea de alimentos y demás artículos que adquirimos a diario, es importante tener clara la diferencia entre la producción ecológica, el consumo local y el comercio justo. Si bien es cierto que el circuito comercial convencional no promociona ninguno de ellos, buscándolos con lupa podemos encontrarlos y aprovechar sus ventajas.
¿Pero, son productos distintos? ¿Existen los productos ecológicos, procedentes del comercio justo y de consumo local? Existir, existen, pero casi puede decirse que lo hacen como las meigas. De forma separada, sin embargo, es más fácil encontrarlos, aunque no dejan de ser sectores marginales. Aún así, el auge de lo ecológico está impulsándolos, y cada vez cobran más fuerza y, por lo tanto, tienen una mayor presencia.
En los tres casos el consumidor que apuesta por los productos ecológicos, de comercio justo y/o locales puede optar a ellos como un modo de reivindicación de un modelo económico y social distinto. En muchos casos se trata de un activismo que se traduce en una lucha y compromiso contra el daño ambiental y la justicia social. Además, en el caso de los veganos, se incluye también la lucha contra el maltrato animal.
Comercio justo
El Comercio justo es el nombre que recibe un sistema comercial alternativo que se establece a partir de normas solidarias, con el objetivo de luchar por el desarrollo de los pueblos y la lucha contra la pobreza.
En otras palabras, el Comercio justo busca dar un mejor acceso al mercado a los productores más desfavorecidos, facilitándoles el acceso a un circuito de ventas internacional que de otro modo les serían vedados.
Los productos del comercio justo que adquirimos son artículos fabricados o cultivados por productores del Sur, idealmente a través de prácticas respetuosas con el entorno, si bien a menudo el transporte supone un incremento de la huella de carbono que no permite considerarlos verdes.
Consumo local
El consumo local se puede llevar a cabo en entornos de economía local diseñados mediante políticas de sostenibilidad, pero al mismo tiempo pueden establecerse redes informales: la compra de un agricultor que conocemos, las cooperativas que venden sus productos en la localidad o en la región.
De forma más estricta o teórica, la economía local debe considerarse como un todo, en el que el comercio de productos autóctonos es sólo una parte de un ecosistema que hace referencia a la preferencia de comprar bienes y servicios cercanos como parte de un sistema social que promueve la sostenibilidad ambiental.
Productos ecológicos
Por su parte, los alimentos ecológicos, orgánicos o biológicos, términos indistintos, se producen con una mínima cantidad de químicos como pesticidas, conservantes, hormonas, antibióticos o fertilizantes…
Sin embargo, si no se obtienen dentro de una economía local o por su envasado, el producto acumulará una huella de carbono variable que le resta valor verde. En este sentido es fácil entender que los tres conceptos, -ecológico, comercio justo y consumo local- están interrelacionados. En un mundo perfecto, serían sinónimos.
En el mundo real, la cosa cambia pues comprar un producto con su correspondiente certificación ecológica no significa que se cuide la economía local del lugar de origen, y lo mismo ocurre con cualquiera de las otras posibles combinaciones. Es decir, lo local no siempre es ecológico ni “justo”, al tiempo que lo justo no siempre es ecológico ni local.
Así las cosas, lo suyo es buscar un equilibrio entre los tres factores, pues sólo así podemos hablar de verdadera transformación social o de auténtica protección ambiental. Las medias tintas, en este caso, no son de color verde.
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