Mediante la alternativa ética se establecen unas relaciones comerciales basadas en el trato
directo y el respeto mutuo, con criterios no sólo económicos sino
también sociales y ambientales.
En los países del Sur, las comunidades más pobres se organizan para
conseguir una vida digna. Forman cooperativas de campesinos, grupos de
mujeres, artesanos, asociaciones de carácter social (que trabajan con
niños y niñas de la calle, con marginados, etc). Son los productores, el
primer eslabón del Comercio Justo.
El resultado de su trabajo es un sinfín de productos de alimentación,
textiles y artículos de artesanía (café, cacao, chocolate, azúcar,
ropa, artículos para el hogar, cerámica, bisutería, marroquinería,
juguetes...)
En los países del Norte, las organizaciones de Comercio Justo
trabajan con estos grupos, con el fin de abrir mercado a sus productos.
Así, las importadoras y las tiendas de Comercio Justo hacen posible que
sus artículos lleguen a nuestras manos.
En Europa ya hay 3.000 tiendas de Comercio Justo, la primera abrió
sus puertas en Holanda en 1969. En nuestro país las primeras tiendas
surgieron en 1986. Ya hay más de cincuenta y el volumen de ventas
aumenta de año en año.
Los consumidores somos el eslabón final que hace posible el Comercio
Justo. Al utilizar con responsabilidad nuestro poder y valorar no sólo
el precio de los productos, sino también las condiciones sociales y
ecológicas en que se han fabricado, podemos decir NO a la explotación y
contribuir a establecer relaciones comerciales más equitativas.
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